Circ. N° 008/21
“El Reino de los Cielos se parece a un propietario que salió muy de madrugada a contratar obreros para trabajar en su viña.” (Mateo 20,1)
Queridos hermanos,
Con estas palabras, el Evangelio nos presenta la Buena Noticia del trabajo. El dueño de una finca que sale a convocar trabajadores, nos recuerda a nuestro Dios, siempre empeñado en hacernos sus socios en el arte de crear.
Cercana la celebración del Día del Trabajo, deseo llegar a Uds. con un saludo afectuoso y expresarles en nombre de esta Iglesia mendocina nuestros mejores deseos en estos tiempos complejos y difíciles. Saludo y agradezco su labor, a todo el personal de salud, de educación, de seguridad, de los rubros de producción y distribución de alimentos, a los servidores públicos en general, todos ellos conocidos como “esenciales” en este tiempo.
Pero también quiero dar un abrazo grande a quienes en estas dolorosas circunstancias han perdido su fuente de trabajo o la ven peligrar. Entre nosotros, aquí en Mendoza, diversos sectores productivos y de servicios (entre otros, gastronomía, hotelería, turismo, pequeñas y medianas pymes), atraviesan las dramáticas consecuencias de la pandemia. A sus trabajadores y familias, nuestra cercanía y solidaridad. La Iglesia celebra este día a san José obrero. En su Carta apostólica “Con corazón de Padre” nos enseña el Papa Francisco: “Es necesario, con una conciencia renovada, comprender el significado del trabajo que da dignidad y del que nuestro santo es un patrono ejemplar. El trabajo se convierte en participación en la obra misma de la salvación, en oportunidad para acelerar el advenimiento del Reino, para desarrollar las propias potencialidades y cualidades, poniéndolas al servicio de la sociedad y de la comunión. El trabajo se convierte en ocasión de realización no sólo para uno mismo, sino sobre todo para ese núcleo original de la sociedad que es la familia. Una familia que carece de trabajo está más expuesta a dificultades, tensiones, fracturas e incluso a la desesperada y desesperante tentación de la disolución (…) La pérdida de trabajo que afecta a tantos hermanos y hermanas, y que ha aumentado en los últimos tiempos debido a la pandemia de Covid-19, debe ser un llamado a revisar nuestras prioridades. Imploremos a san José obrero para que encontremos caminos que nos lleven a decir: ¡Ningún joven, ninguna persona, ninguna familia sin trabajo!”
Con los obispos de Argentina, quiero agradecer a los “esenciales” de nuestras parroquias y comunidades: diáconos permanentes, religiosas, servidores, voluntarios de las distintas pastorales, ministros de la comunión de los enfermos, docentes y catequistas. Todos ellos trabajan desinteresadamente junto a nuestros sacerdotes, para llevar el amor de Cristo a pobres y enfermos, a las familias, a los niños y a los jóvenes.
Que Jesús, el hijo del Carpintero de Nazaret, nos ayude a discernir los mejores caminos de servicio para animar la esperanza decaída en tantos hermanos y encamine nuestros pasos hacia una sociedad más compasiva, justa y fraterna.
Con afecto en el buen Pastor resucitado.
+Padre Obispo Marcelo Daniel Colombo
Mendoza, 30 de abril de 2021