La cultura del cuidado como camino de la Paz

Presentación del Mensaje del Santo Padre Francisco para la 54° Jornada Mundial de la Paz

“La cultura del cuidado, como compromiso común, solidario y participativo para proteger y promover la dignidad y el bien de todos, como una disposición al cuidado, a la atención, a la compasión, a la reconciliación y a la recuperación, al respeto y a la aceptación mutuos, es un camino privilegiado para construir la paz.” (Mensaje, n. 9)

Mis queridos hermanos,

En este día de los Santos Mártires Inocentes, estamos celebrando una Jornada de Ayuno y Oración, invitados por la Conferencia Episcopal Argentina a rezar para que se rechace en el Senado el proyecto de legalización del aborto.

En este contexto tan especial, quiero presentarles el Mensaje del Santo Padre Francisco para la Jornada Mundial de la Paz. Cada año, la Iglesia celebra la Jornada Mundial de la Paz, este año convocada con el lema La cultura del cuidado como camino de paz”. Acompaño el texto del Mensaje para que lo tengan a disposición.

La cultura del cuidado en tiempos de COVID

El Papa repasa los rasgos dramáticos del año 2020 por la crisis sanitaria de COVID- 19, “que se ha convertido en un fenómeno multisectorial y mundial, que agrava las crisis fuertemente interrelacionadas, como la climática, alimentaria, económica y migratoria, y causa grandes sufrimientos y penurias.” (Mensaje, n. 1)

Luego de recordar a quienes perdieron un ser querido y también el trabajo, al personal de la salud (médicos, enfermeros, farmacéuticos, investigadores, voluntarios, capellanes y personal de los hospitales y centros de salud), el Santo Padre pide a los líderes políticos y al sector privado, que se garanticen a los enfermos, a los pobres y frágiles el acceso a las vacunas contra el COVID-19 y a las tecnologías esenciales necesarias para prestarles

Lamentando profundamente las “diversas formas de nacionalismo, racismo, xenofobia e incluso guerras y conflictos que siembran muerte y destrucción” (Mensaje, n. 1), propone la cultura del cuidado para erradicar la prevalencia de la indiferencia, el rechazo y la confrontación.

La Iglesia y la cultura del cuidado

Las páginas de la Biblia nos recuerdan que desde el origen del hombre y el mundo “ya estaba contenida una convicción actual: que todo está relacionado, y que el auténtico cuidado de nuestra propia vida y de nuestras relaciones con la naturaleza es inseparable de la fraternidad, la justicia y la fidelidad a los demás” (Mensaje, n. 2)

También vemos en los profetas cómo “la comprensión bíblica de la justicia se manifestaba en la forma en que una comunidad trataba a los más débiles que estaban en ella.” (Mensaje, n.3)

Jesús se manifiesta como el Ungido “enviado a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a dejar en libertad a los oprimidos” (Lc 4,18). En su compasión “se acercaba a los enfermos del cuerpo y del espíritu y los curaba; perdonaba a los pecadores y les daba una vida nueva. Jesús era el Buen Pastor que  cuidaba de las  ovejas (cf. Jn 10,11-  18; Ez 34,1-31); era el Buen Samaritano que se inclinaba sobre el hombre herido,  vendaba sus heridas y se ocupaba de él (cf. Lc 10,30-37).” (Mensaje, 4) Para cuidarnos y ganarnos la vida nueva, se entregó en la Cruz.

Las primeras comunidades se hacían cargo, responsablemente, de las necesidades de los más pobres. A lo largo de la historia de la Iglesia, esta exigencia de testimoniar concretamente la solicitud por los más pobres se hizo visible en las enseñanzas de los Padres de la Iglesia. Esta sostenida inquietud de la Iglesia inspiró “numerosas instituciones para el alivio de todas las necesidades humanas: hospitales, hospicios para los pobres, orfanatos, hogares para niños, refugios para peregrinos, entre otras” (Mensaje, n. 5)

En este camino eclesial de solidaridad, fue madurando la Doctrina social de la Iglesia cuyos principios fundamentan la cultura del cuidado, que se manifiestan en “la promoción  de la dignidad de toda persona humana, la solidaridad con los pobres y los indefensos, la preocupación por el bien común y la salvaguardia de la creación.” (Mensaje, n. 6)

La comunidad internacional y la cultura del cuidado

Para concluir, el Santo Padre propone a la dirigencia internacional, autoridades políticas y organismos internacionales, tomar como brújula estos principios a los efectos de dar un rumbo común, realmente humano, al proceso de globalización frente a la extendida cultura del descarte. Con la brújula de los principios sociales, el Papa anima a todos los hombres a “convertirse en profetas y testigos de la cultura del cuidado, para superar tantas desigualdades sociales… con un fuerte y amplio protagonismo de las mujeres, en la familia y en todos los ámbitos sociales, políticos e institucionales.” (Mensaje, n. 7)

Esta brújula orienta no sólo la vida en una determinada comunidad sino también en “las relaciones entre las naciones, que deberían inspirarse en la fraternidad, el respeto mutuo, la solidaridad y el cumplimiento del derecho internacional. A este respecto, debe reafirmarse la protección y la promoción de los derechos humanos fundamentales, que son inalienables, universales e indivisibles” (Mensaje, n. 7)

El Papa insiste en el valor del derecho humanitario, frente a los conflictos y las guerras presentes, con sus consecuencias de inseguridad, hambruna y las migraciones forzadas. Por eso cuestiona el dinero destinado a la fabricación de armas, y propone en cambio, un Fondo mundial para enfrentar el hambre (cfr. Mensaje, n. 7)

La familia, la educación y las religiones al servicio de la cultura del cuidado

La cultura del cuidado se forja en la educación, nace en la familia y se fortalece en los ámbitos educativos posteriores en una relación de interacción permanente (cfr. Mensaje, n. 8).

Debe considerarse además el importante lugar que tienen las religiones, respaldando la formación para la cultura del cuidado, “en la transmisión a los fieles y a la sociedad de los valores de la solidaridad, el respeto a las diferencias, la acogida y el cuidado de los hermanos y hermanas más frágiles.” (Mensaje, n. 8)

Queridos hermanos, en este nuevo Año, encomendado a San José, quien ejerció ejemplarmente la cultura del cuidado al asumir la paternidad del mismo Hijo de Dios, asumamos estas enseñanzas del Papa Francisco como una concreción de las páginas del Evangelio que nos urge a amar y servir. Mañana nuestra Patria atravesará una página dramática donde un puñado de hombres y mujeres tendrán la gravísima responsabilidad de votar en conciencia la aprobación o el rechazo de una ley manifiestamente injusta y contraria a una ética auténticamente humanista, donde la vida es un valor indisponible y cuidarla, una exigencia de la mayor responsabilidad moral. Sigamos rezando para que esos senadores sean conscientes de esta responsabilidad de cuidar la vida, cada vida, todas las vidas.

Concluyo compartiéndoles el saludo final del Papa Francisco en el Mensaje que hoy les presento, donde expresa el sentido deseo de un tiempo decididamente nuevo para todos nosotros: “Como cristianos, fijemos nuestra mirada en la Virgen María, Estrella del Mar y Madre de la Esperanza. Trabajemos todos juntos para avanzar hacia un nuevo horizonte de amor y paz, de fraternidad y solidaridad, de apoyo mutuo y acogida. No cedamos a la tentación de desinteresarnos de los demás, especialmente de los más débiles; no nos acostumbremos a desviar la mirada, sino comprometámonos cada día concretamente para formar una comunidad compuesta de hermanos que se acogen recíprocamente y se preocupan los unos de los otros.” (Mensaje, n. 8)

En Cristo buen Pastor, los abrazo y les deseo un muy feliz 2021, caminando junto a Él, que es Camino, Verdad y Vida.

Mendoza, 28 de diciembre de 2020
+Padre Obispo Marcelo Daniel Colombo