Ponemos a disposición este material relacionado con el difícil momento que vivimos. En él, el P. Willy Rubias, director de estudios de nuestro Seminario Arquidiocesano, aborda temas de actualidad atendiendo a distintas voces que se escuchan y que pueden asustar a nuestros fieles, utilizando palabras de la Biblia o refiriéndose al llamado tercer secreto de Fátima.
En tiempos de prueba se generan interrogantes, angustias y temores, la Biblia bien leída y rezada nos sostiene, nos ilumina y nos alienta.
Junto a muchos que aprovechan las redes para ofrecernos la Palabra de Dios y sostenernos en la fe, hay unos pocos que difunden lecturas fundamentalistas de la Biblia y aprovechan versículos fuera de contexto para presentar la pandemia de la Covid-19 como una especie de castigo divino, o instrumento de persuasión enviado por Dios. La presentación que se ha hecho de versículos del profeta Isaías, del Apocalipsis y de otros libros, recuerdan al tentador en el desierto que recitaba a Jesús frases de la Biblia para intentar deformarle la imagen de Dios su Padre y para que pusiera a prueba su relación como Hijo. (cf. Mt 4,1-11). Algunos hombres al pie de la cruz imitando al tentador hacían lo mismo (cf. Mt 27,42).
Cuando leemos la Biblia con el Espíritu con que fue escrita, nos animamos con la certeza de que Dios no ha hecho el mal, y que no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y viva. Él nos envió a su Hijo para mostrarnos que es Padre y que nos ama como hijos. (cf. Gn 1,31; Sal 8; Sb 1,7-13; Os,11,8; Jr 31,20; Ez 18,23; 33,11; 1Tim 2,4; Lc 15; Rm 8,28-39). La lectura de toda la Biblia, y no sólo de versículos sueltos, nos manifiesta claramente que la voluntad de Dios es que permanezcamos en su amor (cf. Jn 15,9), es decir que nos dejemos amar por Él como hijos.
Por otro lado, la Biblia atestigua que si bien Dios no quiere el mal, cuando éste se produce por algún motivo, Él entra en la historia para ayudar al hombre a repararlo, a superarlo y a que, en el proceso, se rehaga como hijo y hermano. Podemos leer la historia de José, vendido por sus hermanos (cf. Gn 45,3-8), las historias de Rut, Ester, Tobías, y la respuesta de Jesús a la pregunta de sus discípulos sobre la conexión entre enfermedad y pecado (cf. Jn 9,3).
También han circulado interpretaciones lamentables de los llamados “secretos” de Fátima. Existe la narración de unos niños que atestiguan un encuentro con la Virgen que marcó su vida de fe, y que ellos intentaron expresar como pudieron y cuando pudieron, con las perplejidades y dilaciones que dichas experiencias privadas conllevan. El testimonio de esa experiencia, expresado con imágenes simbólicas, busca estimular la conversión de los hijos de Dios y la reparación del mal. Sin embargo, muchas veces ha sido interpretado y manipulado para difundir ideologías religiosas y políticas, y para componer mensajes apocalípticos como se está haciendo ahora. El error de esas interpretaciones quedó de manifiesto cuando el Cardenal Ratzinger, después Papa Benedicto, explicó el sentido de los así llamados “secretos” en el año 2000 (cf. Congregación para la Doctrina de la Fe, El mensaje de Fátima, 13/05/2000). Es importante recordar que el testimonio de aquellos niños no tiene un valor semejante y mucho menos superior al testimonio normativo para la fe de los autores de las Sagradas Escrituras.
En estos tiempos de prueba demos gracias a Dios porque nos ha dado la Biblia, y pidamos a la Virgen Morenita que nos enseñe a cantar con sus versículos el evangelio del Magníficat, como lo hizo ella cuando se puso al servicio de su prima Isabel (cf. Lc 1,46-55).
Pbro. Willy Rubia