Homilía de Mons. José María Arancibia por la celebración de Corpus Christi.

 

CUERPO Y SANGRE DE CRISTO

1. Sentido de la fiesta. Esta fiesta fue instituida en la Iglesia hace cientos de años (s. XIII). Surgió para destacar algunos aspectos del admirable misterio de la Eucaristía, de manera que nunca fueran olvidados. Hoy, esta celebración es una oportunidad para reconocer y apreciar mejor este gran misterio. Como anticipó y dispuso Jesús en la última cena, en cada Misa se ofrece el mismo Su único sacrificio, por el cual somos salvados. Así acaba de anunciarlo el Evangelio. La fiesta del Cuerpo y Sangre de Cristo, ayuda a reconocer su presencia constante y real. El pasado jueves decía el Papa: "una presencia concreta, cercana, entre nuestras casas, como <corazón latiente> de la ciudad, del país, del territorio con sus diversas expresiones y actividades. El sacramento de la Caridad debe permear toda la vida cotidiana" (Benedicto XVI 7/6/12). ¡Necesitamos ese amor grande y extenso!

2. Un lema para el año 2012. En la Iglesia de Mendoza, comenzamos el año, animados por el lema "SOMOS SIEMBRA DE DIOS". Hermosa imagen bíblica, que permite repasar la presencia viva y operante de Dios entre nosotros, ofreciendo de continuo su Palabra, que es su Hijo eterno. Él es el germen o la semilla, de la cual brota una vida nueva, destinada a producir frutos abundantes, centrados en el amor a Dios y la prójimo. Esa siembra requiere siempre una tierra buena y bien dispuesta; pero lleva consigo la fuerza transformadora del Reino, que opera siempre, y aún más allá de la capacidad humana. Ésta convicción de fe es fuente permanente de esperanza y de alegría en la vida cristiana. Por ello, la diócesis está invitando a las familias y comunidades, a tomar conciencia de esta verdad, para revisar la marcha de la propia vida; de ese modo -creciendo en confianza- daremos aún mayores frutos, según el Evangelio del Señor.

3. Mendoza tierra de vino. Los mendocinos saben de buenos vinos, que son el orgullo de su tierra. Cultivan la viña con pericia y tesón. Elaboran y venden su producto con orgullo, llegando hasta tierras muy lejanas. El vino es parte de la historia, de la vida y del progreso de esta región. Por otra parte, es verdad que Mendoza ha perdido cultivos de trigo y antiguos molinos harineros. Pero no carece de pan, y puede comprarlo, para la mesa de casi todos sus hogares. Digamos "casi": porque nos tiene que doler la pobreza de quienes no pueden tenerlo cada día.

Pan y vino son los frutos de la tierra y del trabajo del hombre, que presentamos sobre el altar. Signos cargados de profundo sentido, que Jesús eligió para transformar en su Cuerpo entregado y Sangre derramada, por la salvación del mundo. Éste es el misterio de nuestra fe, como proclamamos en cada Eucaristía. Es el sacramento de la vida nueva, del amor y la comunión con Dios y con los hermanos. La presencia real y permanente del Señor Jesús, vivo y resucitado en medio nuestro.

4. Jesús Eucaristía: sembrado en abundancia. El honor de ser tierra de rico vino y de pan abundante, tiene que ayudarnos a repasar la presencia de la Jesús Eucaristía, en la historia de Mendoza y su vasto territorio. Dios es el Sembrador providente, que ayuda a cultivar hermosos viñedos, y el Redentor del mundo que ofrece su Cuerpo y Sangre, bajo las apariencias de pan y vino.

Esta región de Cuyo tuvo desde su fundación misioneros que trajeron el Evangelio y celebraron la santa Misa. El vino traído de afuera y consagrado, llegó antes que las cepas y los viñedos. Desde entonces, Dios nos ha ido regalando cientos de iglesias y templos, con altares y sagrarios, que ofrecen el pan eucarístico para ser comido y adorado. Miles de niños, llevados por sus padres, se preparan cada año para la primera comunión. Gracias a Dios, cada domingo las comunidades católicas celebran su pascua semanal. Y crecen los fieles que quieren permanecer un tiempo en adoración, delante del Santísimo Sacramento. ¡Qué santa y bella siembra, de la cual podemos esperar frutos de vida cristiana santa!

Otros aspectos, en cambio, afligen y necesitan de oración ferviente al dueño de los sembrados, para que envía obreros a cosechar. Muchos barrios y pueblos no tienen aun su templo. Los hay cerrados o nunca visitados. Existen altares, donde faltan sacerdotes para celebrar la Eucaristía. Se han colocado sagrarios, que están todavía vacíos. Otros, donde Jesús sacramentado espera; no porque necesite de nosotros, sino porque no podemos vivir sin adorarlo y comerlo.

5. Significado completo de la Eucaristía. Los textos bíblicos y la Tradición de la Iglesia expresan el sentido íntegro del sacramento eucarístico. Una antigua oración lo expresa con estas palabras: "¡Oh sagrado banquete, en que Cristo es nuestra comida; se celebra el memorial de su pasión; el alma se llena de gracia, y se nos da la prenda de la gloria futura!" (Catecismo 1402). A partir de ese significado, que obliga a dar gracias siempre más, queremos entender el valor de la adoración eucarística, que destaca la fiesta de hoy. En la Eucaristía, comemos el cuerpo de Cristo y bebemos su Sangre, para que Cristo permanezca en nosotros y nosotros en Él; para tener la vida que Él recibió del Padre, y así vivir por Él y para Él. Son palabras del mismo Jesús en el Evangelio de san Juan (Jn 6,56-57).

¿Qué sentido tiene la adoración? Para comer este pan del cielo, con fe y esperanza, es preciso contemplarlo antes con admiración y deseo ardiente; adorarlo como el verdadero Dios viviente, que ofrece vida en abundancia, vida eterna. Además, para gustarlo después, y dejar que produzca su efecto santificador, conviene seguirlo adorando después de comido; porque la comunión puede carecer de la debida atención y la necesaria disponibilidad, que merece lo más sagrado. Por otra parte, el fruto siempre deseado de la Eucaristía es la "comunión"; como encuentro con Dios y con los hermanos. Al postrarnos todos por igual delante de Jesús, antes o después de la santa Misa y comunión, expresamos una misma condición de creyentes; postrados en actitud humilde y compartida por igual, delante del Señor que reúne y reconcilia en torno Suyo, a la manera del supremo Pastor.

6. En la esperanza de un amor más crecido. La Fiesta del "Corpus", como solía llamarse, suscitaba la alegría de los fieles, que acompañaban con fe al Santísimo Sacramento por las calles de cada ciudad o pueblo. Por eso las preparaban con adornos y flores; y luego las llenaban de cantos y oraciones. Hoy vamos a imitarlos a nuestra manera, que aun siendo más sobria, debe despertar la fe agradecida y la esperanza confiada. Acompañarlo nos hace sentir acompañados por Él. Reconocerlo como germen o semilla de nueva vida, nos anima y compromete.

Posiblemente, uno de los frutos que más deseamos es el amor, filial y fraterno, que supere toda distancia o discordia; que sea capaz de llegar a los más pobres y sufrientes. Jesús, presente en el pan consagrado, quiere ayudarnos a verlo también en los hermanos. Así lo expresaba san Juan Crisóstomo, un obispo santo y estupendo predicador:

Has gustado la sangre del Señor y no reconoces a tu hermano.
Deshonras esta mesa, no juzgando digno de compartir tu alimento
al que ha sido juzgado digno de participar en esta mesa.
Dios te ha liberado de todos los pecados y te ha invitado a ella.
Y tú, aún así, no te has hecho más misericordioso. (CATEC 1397)


09 de junio de 2012

+ Mons. José María Arancibia
Arzobispo de Mendoza